Boán Contaminada, Boán La Danza

Por José Omar Arteaga Echevarría / Foto Lester Vila

Quien baila toca al otro más allá de la piel; toca su peso y su olor, derrota las pantallas táctiles y borra las fronteras entre los cuerpos y las naciones.[1]

Marianela Boán

El pasado 8 de febrero, en la sala Adolfo Llauradó del Centro Cultural Vicente Revuelta (Casona de Línea), la coreógrafa Marianela Boán ofreció una conferencia para develar interioridades sobre su labor y el término “Danza Contaminada”, acuñado por ella a partir de su labor creativa. Este diálogo antecedió a la presentación del libro Boán la danza, el cual inaugura una nueva colección de cuadernos de la editorial Tablas-Alarcos.

Al encuentro asistieron investigadores, teatrólogos, críticos, periodistas y estudiantes de la Universidad de las Artes. Omar Valiño, director de la revista Tablas, introdujo la conversación dando referencias de la artista.

Boán, expresa que el tema de la contaminación en la danza parte de sus inicios hasta el presente. El germen estuvo en la educación que recibió siendo una adolescente en la Escuela Nacional de Danza, donde además de las materias propias de la especialidad, recibió otras como Teatro, Música e Historia del Arte, tópicos que contribuyeron a una formación integral.

Como parte de Danza Contemporánea de Cuba, además de bailar, desplegó su obra coreográfica con títulos esenciales como Teoría de Conjunto (1985) y El cruce sobre el Niágara (1987), pieza que marca el punto en que la artista sale de la compañía a buscar un sitio personal capaz de suplir sus necesidades expresivas.

La contaminación proviene del lenguaje musical y se refiere a mezclar estilos sonoros o combinar elementos de uno u otro género. Este término lo escuchó mientras creaba Degas (1990), para el Ballet Nacional de Cuba y quedó fascinada al encontrar el vocablo que describía lo que ella estaba haciendo en el terreno danzario. “Toda pureza es estéril”, asegura, por eso apuesta por la danza que hace convivir distintos géneros, que convoca, que pide otros lenguajes para existir. “La danza por sí sola no es suficiente”, enfatiza.

Dialoga sobre DanzAbierta, grupo-laboratorio que fundado en 1988, le permitió desarrollar esta estética que sería una de las más polémicas y comentadas en el panorama danzario de la isla.

Reconoce entre los referentes de su hacer coreográfico en primer lugar a Ramiro Guerra y la danza moderna, esa contracción-release grahamiana corrompida por lo afrocubano, lo nacional. La danza-teatro de Pina Bausch, la danza posmoderna americana, las técnicas del contact improvisation entre otras corrientes de la danza de finales del siglo XX e inicios del XXI. Comenta sobre su acercamiento a las técnicas de Barba, Grotowski, Brecht que vinieron de Vicente Revuelta, Víctor Varela, Roberto Blanco y otros directores con los que trabajó y se nutrió para el enriquecimiento de su universo creativo.

Desde los primeros experimentos presentados en la sala de su casa: Los gatos (1985) y La cuarta pared (1988), Marianela fue la artífice de una renovación en la escena danzaria y teatral cubana.  Durante los años de tesonera labor con la agrupación, instauró como lenguaje estructural la “dramaturgia de collage”, donde cada acción conforma el tejido semiótico que compone el espectro expresivo de la coreografía. Se comienza a hablar de Danza Contaminada como término a partir de la obra El pez de la torre nada en el asfalto (1996), una de las creaciones cimeras de su acervo coreográfico.

Comenta sobre su trabajo fuera del territorio nacional, “en Estados Unidos la contaminación cobra otro sentido, allí que son anti-contaminantes”, agrega jocosamente. En este país obtuvo un Master in Fine Arts (MFA) en la Temple University, Filadelfia, especialidad de danza. A su vez ocurrió un punto de giro importante en su labor creativa, la incorporación de la tecnología a la contaminación danzaria (o viceversa). Así surgió Voyeur y otros títulos donde el audiovisual y los recursos tecnológicos fueron puestos en función del discurso escénico.

“Llegar a Dominicana fue el retorno al Caribe. República Dominicana es un país similar a Cuba, tienen conflictos muy parecidos” añade Marianela y expone algunos puntos de su faena creativa a cargo de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, radicada en Santo Domingo. Hace alusión a algunas de sus obras más recientes, Propulsión (2015) y Defilló (2017), esta última como negación de su tesis de danza contaminada.

Describe brevemente el proceso de montaje de su más reciente creación coreográfica que será estrenada próximamente por la compañía Acosta Danza. Vuelve Marianela Boán con Cor (nombre de la pieza), a la contaminación que la apasiona, vuelve al cuerpo sensible, al trabajo a partir de las experiencias de los intérpretes, a la colaboración y la cercanía.

La exposición de la artista concluyó con la proyección de un video collage, especie de mapa intemporal, de su obra en distintas etapas como intérprete-creadora. Momento importante de la conferencia fue el diálogo, donde Marianela se abrió al auditorio.

Mercedes Borges, periodista e investigadora, la abordó sobre la diferencia entre su trabajo de unipersonales y paralelamente la creación grupal. Esto hizo a la creadora rememorar su estrecho vínculo con los directores de teatro Tomás González y Raúl Martín, quienes dirigieron sus unipersonales Gaviota, Últimos días de una Casa y Blanche Dubois respectivamente, hasta que se aventuró a crear sola, así surgió Fast Food.

La maestra (y su compañera de estudios) Lourdes Ulacia, se refirió al humor en sus piezas, a lo que Boán respondió: “Todas mis obras tienen un nivel de humor, te hacen pensar. Bien manejado moviliza al espectador. A partir del taller que recibí (y mis bailarines) con el Club del Clown Argentino, DanzAbierta comenzó a cambiar. Siempre quiero que una obra haga reír, aún en el momento más absurdo”.

Otras intervenciones fueron hechas por Susana Pous, coreógrafa y continuadora del legado de DanzAbierta, que se refirió al futuro de Marianela, de su danza, sobre qué le falta por hacer. Esta pregunta reveló el espíritu inquieto, insaciable de la creadora al expresar que siempre está en busca de “la obra”, (esa especie de Moisés de Miguel Ángel), y aseguró que con la madurez el artista crea y recrea.

Vladimir Peraza, crítico e investigador, le hizo la exhortación de escribir más, de escribir todo sobre ella y sus procesos creativos. A lo que contestó categóricamente: “El aquí y el ahora son muy fuertes. La creación coreográfica me absorbe” reprochándose no haber escrito un volumen mayor en el contenido de su libro.

María del Carmen Mena, investigadora y profesora de la Universidad de las Artes, indagó sobre el lugar que le merecía la investigación en correspondencia con la creación, a lo que la coreógrafa manifestó que la “investigación es prismática”, y recalcó que la danza no es solo movimiento, es necesario insistir en esta arista.

Tras el diálogo, Adrián Aguilar, autor del libro y su compañero de vida, presentó Boán la Danza haciendo alusión a lo que significó para ambos llevar a cabo este volumen. “Es un libro de amor, por la danza, por la vida, de gran importancia académica”, indica Aguilar. También se exponen aspectos formales, el libro tiene tres secciones fundamentales; Vivir, (biografía de Marianela Boán), Crear (sobre sus procesos de creación y el pensamiento) y Pensar (compilación de críticas sobre su trabajo). Resalta además la calidad del diseño, y agradece a Tablas-Alarcos por su acogida como un texto de referencia, al estar incluido en una de las colecciones de esta editorial.

Así termina el intercambio con Marianela Boán, una artista que no necesita podios, desde su sencillez se hace grandiosa.  Una creadora abierta y contaminada (como insiste en llamarse), un nombre que constituye un paradigma de la danza, esa que trasciende límites y fronteras, esa que se hace apelando a la sensibilidad, a la sensorialidad.

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Marianela Boán Estrenará Con Acosta Danza

 

[1] Fragmento del mensaje del Día Internacional de la Danza, pronunciado por Marianela Boán en representación de Las Américas, 2018