Analogías, una reflexión en torno al binomio artista-institución

Por Kenny Ortigas Guerrero

Una estructura funciona bien cuando todas sus partes integrantes trabajan de manera armónica. Cada pieza en su individualidad ejecuta tareas, acciones que secundan a otras, y estas a su vez facilitan consecutivamente a otras tantas… se comunican. La articulación, el ajuste y el buen combustible son esencia indispensable para que la micro unidad, como un todo coherente, sea capaz de ofrecer buenos resultados. Sin embargo, la cuestión no termina ahí, supongamos que esta estructura o maquinaria de la que estamos hablando, perfectamente un motor de combustión, comienza su puesta en marcha de forma exitosa, y como “todo está bien” desviamos la atención a otras actividades, confiando en que la mecánica nos mantendrá alejados de sobresaltos. Pasan los días, de vez en cuando una ojeada al proceso y seguimos en otras cosas, hasta que la oreja se activa cuando escucha algún chasquido fuera de lo normal. Entonces nos percatamos de que la grasa (lubricante del andamiaje) se fue evaporando con el proceso de fricción y originó desperfectos que podían haberse atendido a tiempo. Eso habla de que la supervisión, la atención constante a un proceso brinda garantías en su optimización.

Me tomo la licencia de hacer este recorrido lleno de vericuetos y subterfugios para llegar al meollo del asunto, la relación artista-institución. Aclaro que no es mi intención comparar el arte con una empresa manufacturera, salvemos las distancias.
Siguiendo las analogías, así como una industria organiza su producción enfocada en solventar determinada necesidad, los artistas y su institución deben proyectarse al sostenimiento de su objeto social, que se sobrentiende está ligado al desarrollo de procesos creativos para el goce estético y espiritual de la población. Sí, porque en Cuba se trabaja para el pueblo y no se limita la accesibilidad de ninguna persona a un espacio destinado a tales efectos en dependencia de su status. El creador y sus procesos artísticos representan una de esas estructuras, maquinarias a las que hago referencia. La comunicación y el entendimiento obligatoriamente tiene que estar por encima de las diferencias, son fundamentales para que en perfecta simbiosis se genere un arte de elevada factura.
Si en determinada circunstancia “Mahoma no va a la montaña, pues la montaña tiene que ir a Mahoma”, si no, se pierde el vínculo directo y se fractura el correcto engranaje que conduce al triunfo. Llevar a cabo el desarrollo artístico de una nación tiene implicaciones de todo tipo: morales, espirituales, intelectuales, políticas, culturales y además abarca otras dinámicas insoslayables que se juntan como parte de ese todo: promoción, programación, superación, producción, estímulo y motivación para el artista y viceversa.
Es inadmisible que la institución no tenga claro que ella existe porque está presente la figura del artista, él es el combustible que mueve y dinamiza el funcionamiento. También resulta contraproducente que el artista irrespete a la institución que le da plenas garantías para ejercer su trabajo: salario, presupuesto para las producciones, sedes, etc. Es pertinente recordar que en tiempos de COVID-19 ningún creador ha quedado desamparado salarialmente. En la situación de aislamiento, incluso al gremio de músicos y artistas plásticos que se mueven más en las áreas comerciales, se les han buscado alternativas para su sostén económico.
Se trata de una relación transparente y el factor de la sensibilidad se ubica como punto determinante. ¿Qué necesidades tienen los creadores? ¿Cómo estimularlos y reconocerlos más? ¿Estamos como administración al pie de cada uno de sus procesos? ¿Cómo contribuir consensuando ideas y fuerzas con el fin de mitigar las trabajas que dificultan la ejecución de presupuesto para los quehaceres artísticos ante la escasez y los también engorrosos entramados contractuales de pagos a personas naturales?… por ese cauce fluye todo un río de interrogantes.
Ingenuo y torpe aquel que no se cuestione de manera sistemática su proceder. Por parte del artista queda el apoyo a quien lo sostiene logísticamente, queda el asumir el apego a una política cultural trazada por la Revolución, y que, lejos de censurar, profusa el crecimiento de diversas estéticas que exponen criterios divergentes en consecuencia con las relecturas que cada creador tiene de su contexto, ¡ah!, y doy certeza de ello.
Una cosa queda clara y llamo la atención: cuando hay mala calibración de las piezas y no se les da mantenimiento, el que se lleva la peor parte como destinatario final, es el ser humano que va a presenciar el hecho artístico, el público. Obvio, todo no es estático o predispuesto como se ubican los segmentos de un motor de combustión, donde todo viene en cajita, pero sirva el ejemplo para pensar objetivamente como personas de las artes escénicas cubanas y del reto y responsabilidad que ello implica.
Hoy más que nunca la realidad de la isla impone la rectificación, engrase y permanente revisión de muchas macro estructuras y de posicionamientos individualistas que, aunque no dudo de la buena fe de muchos, se escudan y parapetan en la provocación que “aparenta” la afanosa necesidad de un diálogo, pero que simultáneamente se contradice asumiendo posturas displicentes. Arribar a la conclusión de que un elemento no funciona es parte natural y orgánica de la vida, entonces hay que innovar, proponer otras alternativas.
En esta, nuestra maquinaria de la cultura no funcionan en gran medida los esquemas. Cito a Carlos Rafael Rodríguez en el IV Congreso de la UNEAC cuando dijo:

“Pero si no vencemos el dogma, nos corroerá y nos cerrará el camino hacia la amplia y noble cultura del socialismo en la cual la de hombre tiene que ser, como proclamara Máximo Gorki, una hermosa palabra… dogma es sinónimo de incultura, estrechez mental, sectarismo, rigidez antidialéctica, mediocridad intelectual, subvaloración de los ámbitos espirituales en que ese hombre -con mayúscula- se realiza”

Cito también a Abel Prieto en su Espacios Unitivos cuando expresa:

“El espacio generoso de nuestras instituciones culturales se abre para todos los artistas revolucionarios y para aquellos que están “con nosotros”, porque no están en “contra de nosotros”.

Todo creador honesto y valioso que quiera hacer su obra en Cuba y para los cubanos, y alcanzar desde aquí una merecida y limpia promoción internacional, tendrá el apoyo de instituciones que no exigen ningún carnet a la entrada: solo calidad artística”
Se corre el riesgo peligroso de enarbolar frases y consignas sin que estas, realmente fluyan en sangre. El concepto de “pensar como país” por el que tanto aboga nuestro presidente, implica su ejercicio práctico, no verbal. Este gran entramado del desarrollo cultural de Cuba funciona con la anuencia de todos, siendo tolerantes, pero también muy atinados en pensamiento y acción.

Este “motor” – ¡mira que he hablado de mecánica! – presume de la calidad de cada uno de sus componentes, razón suficiente por la cual no puede darse el lujo de que fuerzas oscuras de fuera y dentro quieran obnubilar el empeño de tanta gente buena para que la Patria de todos, sea cada vez más próspera y libre.

Imagen de Portada: tomada del blog Entendimiento y juventud.