17, UN NÚMERO DIVINO

“Todos los que trabajamos en las distintas áreas de la producción teatral tenemos que unirnos…”

Por Rasiel Sayú Font

Camagüey es hasta el 14 de octubre, la plaza ideal para la presentación de lo que más “suena” (o parte de ello) en el panorama escénico que se exhibe hoy sobre las tablas de la Isla. En el enramado de sus calles confluyen actores, público, dramaturgos, invitados, críticos; todos unidos por un hilo común: el teatro.

Puntos de vistas diversos, criterios encontrados, loas a variables niveles de éxtasis complementan las propuestas que en esta ciudad integran las jornadas del Festival Nacional de Teatro (FNTC) en su edición 17.

El teatrólogo y crítico Eberto García Abreu es una de esas voces a las que hay que recurrir necesariamente para entender la diáspora sobre la que se mueve esta cita. 

¿Qué relevancia le concede al Festival Nacional de Teatro?

El FNTC es una cita importante en la historia cubana contemporánea y no contemporánea, porque se une a un grupo de eventos, celebraciones y de confrontaciones que han sido valiosas para crear nuevas expectativas, renovar discursos, tratar de entendernos mejor en lo que hacemos, de pensar la realidad del teatro cubano con relación a la realidad del país.

El festival ha tenido etapas como las ha tenido el teatro cubano, como lo está viviendo ahora mismo la producción escénica cubana y el Festival, el número 17, que yo digo que es un número divino y espero que San Lázaro ponga sus manos también para que las cosas vayan bien, es un Festival que juega con la realidad: de cambios, de transformaciones, pero especialmente avizora la urgencia de radicales transformaciones en las dimensiones estructurales de las artes escénicas.

¿Cómo cuáles?

Tiene que ver también con una necesaria y muy prudente reflexión sobre cómo estamos produciendo el teatro en Cuba, y no me refiero a las poéticas ni decisiones estéticas que cada quien elija; creo que para eso tiene que haber libertad absoluta, posibilidades para todo el mundo, sino en cómo nos tenemos que organizar para sostener en las cambiantes condiciones de nuestro país, en la realidad tan compleja que estamos viviendo hoy, pero con deseos de transformar , de avanzar, buscar que todo esto genere un placer no solo estético y artístico, sino también un placer para la vida cotidiana de los que hacemos teatro y para la gente que viene a ver, que viene a acompañarnos en cualquiera de nuestras presentaciones, en nuestros trabajos.

Hay que entender que el teatro es un sistema que no solo es el espectáculo; es también toda la gente que de un modo u otro trabajamos formando parte de ese grupo de gente que se dedica a producir y a sostener el teatro y en ese contexto el Festival es un paréntesis, es punto de reflexión, es la muestra que obviamente se está confrontando.

El Festival señala, como siempre, lo que se está haciendo en algunos lugares. Hay zonas activas, hay zonas menos activas, hay a veces incongruencias, hay espectáculos que uno dice por qué tienen que estar estos y no otros, eso siempre pasa.

El hecho de que no sea competitivo, yo defiendo que no haya un proceso sino un momento de reflexión mucho más profundo, nos hace ver un camino de libertad, de amplitud para elegir de qué manera nos confrontamos, porque se han repetido demasiados esquemas, aún se estén repitiendo, y esos esquemas están señalando una esclerosis y ya hay que buscar otras alternativas.

¿Algunas consideraciones sobre esta 17 edición?

Camagüey es un espacio importante. El público no ha sido numeroso esta vez, hay espectáculos que no están llenos y uno siente que tal vez, es una cuestión de sensación, que una mayor promoción, una mayor activación de las redes, los mecanismos para que el público llegue a los teatros también pudiera ser importante. Pero el teatro también convoca por su propia programación, por la calidad de sus espectáculos y yo creo que, efectivamente, una de las condiciones particulares que tiene la muestra es lo irregular de la calidad, digamos, del nivel de las producciones que se están presentando. Me parece que el Festival tiene muchas zonas de contactos vivo con la realidad del teatro que estamos haciendo, y esto es un punto de inflexión, un punto para llamarnos a pensar qué estamos haciendo, para qué lo estamos habiendo y para qué queremos seguir haciéndolo. Creo que es un trabajo de todos, no puede ser solamente de los creadores por un lado, la institución por otra. Todos los que trabajamos en las distintas áreas de la producción teatral tenemos que unirnos y buscar otras formas de alianza que verdaderamente nos conecten, no solo por nuestros temas, nuestras maneras de decir las cosas, pero que nos conecten con lo que está pasando en el país. Creo que muchas veces las maneras en las que nos estamos organizando para producir lo que más nos gusta, que es hacer teatro, está muy distante de lo que en otras zonas de la realidad cuban el rumbo de futuro está marcando.