Pensar la crítica

Publicado originalmente en Revista Tablas Anuario 2020 como parte del dossier  La crítica teatral hoy

Por Juan González Fiffe. Director del grupo Teatro Andante. Organizador del evento de crítica “Filtro de Campaña”

Desde el ya lejano 1978, en que inicié mis estudios teatrales, navegué en barco  seguro, pues tuve la suerte de pertenecer a una generación de estudiantes que  aprendimos junto a la técnica, la investigación y el oficio: el ejercicio del criterio  como catalizador y corrector del pensamiento escénico y de las filosofías que  subyacen en cada propuesta escénica. Desde ese remoto momento he pensado en el valor del cuestionamiento de “la verdad” para llegar a “la verdad”.

Importa en este momento comprender el grado de subjetividad que hay en cada  análisis, en cada proceso de pensamiento que viene desde el momento de  nacimiento o proyección de la idea, que acompaña a los creadores como espada de Damocles, o como ángel protector durante todo el proceso y que alcanza su punto álgido justo en la socialización o momento en que el hecho escénico dialoga con su público.

La subjetividad que parece uno de los aspectos más sólidos que tienen los críticos de hoy para encausar el ejercicio del criterio en torno a una obra, es sin dudas muy engañoso o mal comprendido, pues no se trata solo de las capacidades cognitivas alcanzadas por el crítico o en el peor de los casos sus gustos personales o formación cultural, sino en la capacidad de generar un estilo, una manera que lo aleje del criterio de otros, aunque estén refiriendo a los mismos problemas de la misma obra y los conduzcan a un estilo personal que no se parezca al “corta y pega” que se ha puesto de moda con las nuevas tecnologías, o al criterio complaciente por las más diversas causas.

Lo primero que debe observar el crítico es que la obra tiene una pertenencia a uno o a un grupo de creadores; que la obra tiene su propio lenguaje, su estilo, su estructura, sus conceptos ideo formales y estéticos, su propia filosofía, su tiempo y que es, en un sentido integrador, idéntica a sí misma, desde luego si la obra no es coherente con estos elementos corre el riesgo de no ser lo suficientemente auténtica y digna como para resistir una crítica inteligente.

Crítico no puede ser cualquiera, sin embargo, cualquiera puede ejercer una opinión crítica. No todo el que critica es un crítico. Debe mediar, y determina en la formación de un crítico una sólida postura ética y he aquí una de las características esenciales del crítico en el ejercicio de su profesión.

La crítica, dije una vez, Tiene un carácter corrector, permite el perfeccionamiento de la obra, ahonda en las zonas oscuras, poco legibles e inconexas, alertando y proporcionando elementos de juicio para encontrar alternativas de solución.

Un buen ejercicio del criterio no se permite comparaciones, una obra no está por la existencia de otra aunque se corresponda en estilo, tendencia o género, una obra, es por sí misma, por esta simple razón el ejercicio de pensamiento alrededor de ella tiene que ser consecuente con sus propias proyecciones y sus eficacias, una obra solo es comparable a sí misma, tampoco resulta justo el empleo de las técnicas de la actuación para consumar el cuestionamiento de una  obra, “Si yo tuviera que hacer esta obra, haría esto o lo otro” craso error, es una posición de artista, no de un crítico, quizás esta postura, al parecer elemento tratado en la formación del crítico, ha inclinado a más de uno hacia el mundo de la creación, alejándolo de la postura ética del profesional del pensamiento escénico y la teatrología. La imparcialidad debe ser un baluarte de quien ejerce la crítica. El profesional de la crítica debe hacer a un lado sus gustos e inclinaciones personales y ajustarse a la relación de los propósitos del creador, la efectividad de la obra en relación con su espacio, tiempo, tipo de relación y su eficacia, sus alcances estéticos, ideas conceptuales y formales, filosofía. Quizás en esta afirmación esté contenido el daño que puede hacer al crítico una irresponsable perspectiva de subjetividad.

El arte teatral encuentra en la crítica, cuando es efectiva, un camino de superación de efectivo diagnóstico de crecimiento y solidificación de la obra.

¿Bajo qué pautas el crítico se enfrenta a la obra?

Primero su identidad, sus aportaciones al pensamiento o a las corrientes de pensamiento, Su proyección y trascendencias estéticas, su ubicación y aportes a la cultura.

Desde 1982 he participado en muchos de los encuentros teóricos, encuentros críticos desarrollados en diversos espacios de la escena nacional y otros fuera de nuestra frontera.

Fundamos en Bayamo el encuentro de pensamiento “Filtro de Campaña” espacio de diálogo entre creadores, críticos y especialistas que ha marcado un antes y un después en la escena granmense. Estos diálogos generaron un crecimiento cuantitativo y cualitativo en el quehacer teatral y danzario en el territorio. El Filtro reubicó a la provincia nuevamente en el mapa teatral cubano, se generaron nuevas propuestas de otras agrupaciones incentivadas por el intercambio y las sugerencias producidas al calor de los diálogos y las actividades, aumentó la presencia de los títulos de ediciones Alarcos en nuestro territorio y propició el intercambio profesional con creadores de la talla de Armando Morales, Francisco López Sacha, Roberto Gacio.

Este encuentro deja clara nuestra postura ante la crítica a la que considero imprescindible si de desarrollo del pensamiento y el crecimiento artístico se trata.

Pudiera hacer un balance de los logros y las dificultades a partir de las propias experiencias y del criterio del resto de los artistas en el desarrollo de este evento y que puede dar nociones claras de algunas de las interrogantes que hoy nos ocupan.

Sin embargo, una crítica parcializada con determinados artistas o grupos, que toma partido a favor o en contra, que castiga al silencio o ignora a los que no son de una élite ha producido mucha falta de credibilidad.

Si la crítica ejercida con la finalidad de amparar a los grupos en los cuales los críticos son asesores, dramaturgo, directores o sencillamente amigos de una escuela o generación se impone en los muy escasos espacios de publicación del país, si los premios de la crítica desconocen al país en aras de la autosatisfacción y proteger a algunos en detrimento de otros, si en un evento determinado se asume la crítica para destacar los aspectos negativos de la creación y una vez resueltos estos problemas por la acción de la propia crítica no encuentran espacio de publicación, entonces el artista siente que la crítica ha sido mal intencionada y se niegan y niegan los espacios ganados.

Crítica y espacios legitimadores

Son escasos los espacios legitimadores del teatro en el país, no se reconoce al público como legitimador, tampoco a instituciones provinciales, consejos técnico-asesores y otros mecanismos creados en las provincias. Los críticos y especialistas, a veces, la voz omnipotente de un individuo o de un reducido grupo tiene la potestad de decidir quién es y quién no. Los espacios de publicación, revistas y otros medios son escasos y limitados, el simple criterio de una persona tiene el poder de echar por tierra el trabajo de años de una región entera y si vas al festival tienes que soportar que tu obra sea degradada al punto de sentir pena por estar en un inmerecido evento. Este gran poder está monopolizado por unos pocos que solo dan entrada a su tropa y que si alguien se cuela por error debe ser tratado con la merecida frialdad y desprecio.

El Noticiero Cultural, espacio legitimador por excelencia en los últimos tiempos y que ha dedicado formidables resúmenes del teatro de títeres, del festival de teatro y del teatro en Cuba solo pone imágenes de un reducido número de grupos protegidos, intención clara de que lo demás no existe o no tiene calidad suficiente para figurar alguna vez en ese Olimpo. Si la intención no fuere la de hacernos sentir como parásitos condenados a desaparecer, no queda claro el verdadero propósito.

La crítica debe ser coherente con el seguimiento a las obras tratada, y señalar lo malo y reconocer lo bueno, pero no con un criterio ambiguo, no decir una cosa y escribir otra, si lo que dijo un crítico equis se convierte en una sentencia condenatoria, y aun siendo resuelto el señalamiento se usa el criterio escrito como arma contra el creador o la obra, no podrá haber fe, sino divorcio entre críticos y creadores. Si el poder es ejercido con intenciones vengativas y en el peor de los casos el sometimiento al olvido o a la ignorancia, no puede haber fe.

Esta postura ha lacerado durante mucho tiempo la relación de críticos y creadores, al punto de crear desaliento y animadversión hacia la labor del crítico.

Desafortunadamente cuestiones de esta naturaleza compiten con la inmensa obra investigativa, de opinión y de amplio y profundo criterio cultural que ha contribuido a consolidar el panorama del teatro contemporáneo en una suerte de historia del pensamiento escénico en los últimos cincuenta años y que es obra sin dudas de teatrólogos, críticos, danzólogos, especialistas, editores etc.

Libre de prejuicios, puedo ser juzgado o aplaudido por estos criterios, puedo ser víctima de nuevas represalias, confieso, no me importa. Es mi criterio y es el criterio de muchos.

No creo por otra parte que exista ningún problema en que los teatrólogos y los críticos quieran ser artistas, esta es una condición que no se adquiere por resolución, sino porque hay talento para hacerlo y eso no tiene discusión de ninguna naturaleza. Lo que importa es encontrar las fronteras, saber hasta dónde se desempeña una u otra tarea, un adecuado comportamiento ético permite al individuo no mezclar el poder y las oportunidades de tener una voz que se escucha y utilizarla para enaltecer su obra o la de sus protegidos en contra de, o negando el espacio a otros, se comete el mismo pecado de corrupción si no existe ese muro ético que ubica en la correcta posición al individuo en cada momento. No creo ni afirmo que ser artista, si el talento asiste, sea un fracaso, ni motivo de ello, por el contrario, el individuo debe encontrar el espacio para su obra creadora y para su obra crítica, es una bendición que un crítico o especialista con profundos conocimientos y con un pensamiento avanzado pueda realizar su obra creadora. Llamo la atención sobre el particular de que importantes decisores del país tienen a menudo dentro de su grupo de asesores y personas de confianza a personas comprometidas con determinadas tendencias o creadores, puede esta relación no dar una perspectiva verdaderamente justa de la situación ni de las conclusiones que se adoptan. La tan llevada y traída legitimidad está teniendo una visión parcializada y no siempre se reconoce lo mejor y no siempre se reconoce el trabajo de los que están fuera de selectos círculos de relación.

¿A dónde nos quieren llevar críticos y especialistas y decisores?

Desconocer la gran diversidad de la cultura cubana es como negarla, ¿Cuál es la receta? ¿Qué tenemos que copiar? Nuestra cultura y nuestro teatro son multiconformados, “Un ajiaco” como decía Don Fernando, Una roca de Granito como me gusta decir. ¿Qué modelo nos imponen? ¿Qué órgano tenemos que amputar a la nación? El teatro es mi patria, hace falta respeto y libertad creadora para que florezca verdaderamente cubano, auténtico, fresco, útil, diverso, idéntico a nosotros, los de la Habana y los de Guantánamo, ya hay dignos ejemplos de ello, dejémosle fluir.

Tomando en cuenta los últimos años no creo que el balance del trabajo crítico sea totalmente desfavorable, se ha hecho un esfuerzo notable para crear nuevos espacios de diálogo, después de que fuera suspendido del Festival de Camagüey el Encuentro con la crítica por razones conocidas, algunas más sólidas otras más fugaces pero un esfuerzo loable, de La Casa Editorial Tablas Alarcos, la Universidad de las Artes (ISA), el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, Casa de las Américas y los consejos provinciales de Granma, Guantánamo, Pinar del Río, entre otros.

En contraste, notables críticos se han abierto espacios como creadores, periodistas, radialistas, etc., esta nueva realidad desentona con las intenciones de la cultura de dar a la crítica el papel preponderante y cualificador del teatro cubano.

En mi modo particular de ver el asunto pienso que urge una mirada crítica a la crítica de manera que logre reconfigurarse y recuperar el reconocimiento, atención y credibilidad en el ámbito Nacional. Si es verdaderamente coherente el discurso sostenido en los Congresos de la UNEAC y en las proyecciones institucionales de la cultura, fortalecer la crítica es una necesidad urgente.

Hablando de valentía a la hora de hacer crítica, recuerdo con especial agrado a una joven periodista bayamesa: Dania Casalí que hizo de la crítica un evangelio, su voz poderosa estremecía todo el ámbito cultural granmense desde un criterio profundo, capaz de impresionar y generar cambios, un crítico debe ser algo así, profundo imparcial y capaz de generar cambios. Pudiera ser un camino, los medios culturales provinciales, a menudo llenan sus espacios con artículos, promociones, informaciones, programación, pero rara vez encontramos una crítica enjundiosa, quizás falta de preparación para ello o “por evitar problemas con los creadores” pudiera ser esta una vía de aportación a la opinión crítica en los medios nacionales.

Una crítica solida la encontramos casi a diario en funciones en las calles, los teatros, las comunidades, por personas comunes, no criterios complacientes ni cómodos, introspecciones densas, fundamentadas, de conceptualidad profunda y con lecturas atractivas y sorprendentes de las obras presentadas, nuestro público está lleno de maestros, intelectuales, científicos, humanistas, religiosos, que desde las más diversas perspectivas y culturas asumen el criterio y las apreciaciones de una obra, pero ¿Qué tiempo y que espacios tienen los críticos de nuestros espacios legitimadores para compartir la obra de los que no están en el circuito de la calle Línea?

Nuestra precaria economía condena cada vez más los espacios para compartir la creación en festivales, encuentros etc. De igual manera se impone espacio para los grupos protegidos, ¿Qué queda entonces para el país?

Cuando pienso en la crítica no puedo evitar relacionarla a la profesión de enfermería. Mi madre, una mujer íntegra era enfermera y me decía a menudo “¿Sabes por qué a las enfermeras no se les permite curar a sus seres queridos?

Porque los curarían con lástima”, era su respuesta sabia.

Una herida curada con lástima deja guardada la infección profunda. Por eso hace falta un poco de crueldad si queremos en verdad sanar la herida, pero cuando un médico o una enfermera curan con un tanto de crueldad una herida profunda lo hacen con ética, lo hacen con absoluta consciencia de que es para curar, y esa ética denota un profundo respeto por el herido y su herida, así ha de ser la crítica.

Por el contrario, si el médico aprieta la herida por el placer de causar dolor, sin retirar la infección entonces la crueldad es verdadera tortura y nada bueno produce, solo odios y rencores.

La creación es un acto sublime, es para el creador como algo excepcional y en ello les va todo su amor respeto y empeño, quien ose dañar ese acto sagrado está cometiendo uno de los mayores desmanes, entones el creador no lo aceptará.

Eso tiene de delicada la relación entre el crítico y el creador. La verdad es un término relativo en el teatro, hemos escuchado decir a muchos maestros que la única verdad absoluta en el teatro es que no hay verdades absolutas. Ojo, ¿Cuál es la verdad?, Brecht decía: La verosimilitud solo se logra mostrando lo inverosímil…Cuanto hay de subjetividad en este concepto de “La Verdad”. El crítico debe decir lo que piensa, aquello de lo que está convencido o aquello de lo que duda, pero siempre haciéndolo del modo que crea, tendrá el resultado esperado en la comprensión del interlocutor, del creador, porque de ello debe surgir un análisis que va más allá del modo en que lo percibe el crítico y que tiene que ver con sustentos, con conceptos estéticos, con fundamentos que han de entrar en dialogo, y de ese análisis se desprenderá las alternativas que como aporte dará el crítico al proceso de la creación.

Soy creador y aunque parezca raro, me ha tocado en múltiples ocasiones el papel de crítico, señalar, disentir, convenir es virtud si se logra ser comprendido y tiene un verdadero efecto transformador, no siempre lo he logrado, eso no me ha hecho menos, creo que criticar desde la acción virtuosa es un modo de abonar para el crecimiento.

Y como creador he aprendido a apreciar el justo valor de la crítica, creo en los críticos que me hablan de frente y enarbolando su verdad. Los he odiado y los he querido como a hermanos, pero todos me han sido útiles para aprender a pensar.

Foto de Portada: Teatro Andante en La virgen que aprendió a contar. Tomada del periódico digital La Demajagua