Reflexiones en torno al cuerpo como archivo. ¿Archivar la danza o danzar el archivo? Por la preservación del archivo danzario nacional (I)

Por José Omar Arteaga Echevarría

El cuerpo se significa en una confluencia de discursos que dibujan un espacio de tensión dinámico y cambiante, generador de debate a propósito de que se dice cuando se dice “cuerpo”. Se le ha dado un lugar como materia, simple sostén o portador de lo que verdaderamente atañe y que constituye a una persona: la mente, la razón, el espíritu, el conocimiento, la identidad. Ha jugado el papel de una evidencia última: el lugar pasivo de inscripción de diferencias constitutivas, se ha identificado con vivir en un cuerpo sexuado femenino o masculino, longevo o joven, coloreado, con tamaño y proporciones, que ostenta ciertos atributos presentes en una red extensa que lo secciona y lo pone en las tantas aristas de la sociedad.

Cuerpo, algunas posturas y contra- representaciones

El filósofo francés Alain Badiou refiere que:

El sujeto moderno no tiene cuerpo. Es una somateca: un aparato somático denso, estratificado, saturado de órganos gestionados por diferentes regímenes biopolíticos que determinan espacios de acción jerarquizados en términos de clase, de raza, de diferencia de género o sexual. Las prácticas somáticas son “fórmulas generales de dominación”.[1]

Sigue siendo entonces el cuerpo centro de debate, de disección, de análisis desde diversas aristas. Analizando el concepto de “somateca” de Badiou, la antropóloga Beatriz Preciado propone la creación de una genealogía crítica del cuerpo moderno y nos invita a pensarlo como un lugar en el que podemos intervenir colectiva y críticamente en la red de saberes y de representaciones que producen el cuerpo como organismo, de producir contra-narrativas y contra-representaciones, en definitiva, de inventar técnicas de des-subjetivación de la somateca.[2]

Al referirse al cuerpo se podrían recoger en más de una enciclopedia todas las teorías que sobre él se han trasado. Desde Sócrates hasta Butler, pasando por la filosofía, la política, la estética, la psicología, la antropología, el psicoanálisis y otras ciencias que han puesto ese amasijo de células en el punto de mira de teorías y prácticas, posicionamientos e imposturas. Lo cierto es que la condición humana es corporal y el cuerpo es fuente de millones de lecturas, tantas como individuos habitan el planeta.

Preciado afirma que “El cuerpo es un texto socialmente construido, un archivo orgánico de la historia de la humanidad como historia de la producción-reproducción sexual, en la que ciertos códigos se naturalizan, otros quedan elípticos y otros son sistemáticamente eliminados o tachados”[3]

Esta definición es asumida en tanto el cuerpo es una construcción social y a su vez archivo orgánico, afirma su condición innata como almacén de fluidos biológicos y psicológicos permeados por el contexto social que lo condiciona y lo moldea.

En torno al cuerpo como archivo artístico

Ante esta visión del cuerpo-recipiente que atraviesa considerables teorías e indagaciones sobre este, se le ha designado “archivo orgánico”. El investigador André Lepecki plantea sobre estas cuestiones:

¿por qué recurrir al soporte más móvil, al soporte más precario, un cuerpo humano, con fines de archivo? ¿Por qué añadir al proyecto archivístico la hipermovilidad y la serie de temporalizaciones paradójicas propias del cuerpo (¿este sistema polivalente de velocidades y detenciones, oscurecido por los ocultamientos y las derivas en la percepción y en las cosas, engañado por las paráfrasis del lenguaje, condenado por la mala memoria y basado en la certidumbre de la muerte?[4]

Una respuesta viable puede hallarse en el vínculo que se establece entre el archivo, la excorporación e incorporación, y la recreación. Este vínculo apunta explícitamente como el “deseo de archivo” se materializa “como deseo de recreación”, indicando de este modo el cuerpo como el lugar de archivo privilegiado.

Agrega Lepecki que: en su precariedad constitutiva, sus puntos ciegos de percepción, indeterminaciones, lingüísticas, temblores musculares, lapsos de memoria, pérdidas de sangre, furias y pasiones, el cuerpo como archivo reubica y aleja las ideas de archivo con respecto a un depósito documental o una institución burocrática dedicada a la (mala) gestión del “pasado”.  Con su énfasis en el archivo corporal, aparece una movilidad interminable como constitutiva de este especialmente transformador, especialmente performativo.[5]

Aquí es donde se reconcilian el cuerpo y el archivo visto como institución de esta vieja disparidad que supone la inconstancia (corporal), con el reposo (archivístico).

 Entre los principales propósitos de un archivo corporal están el “rescatar lo no dicho y lo olvidado”[6], quizás por esto es que el cuerpo es ese archivo de lo no dicho y de lo dicho, que igualmente llega al punto de ser olvidado, como pasa en efecto con las artes de representación efímeras.

¿Archivar la danza o danzar el archivo?

El ser humano posee un impulso archivístico por naturaleza, Hal Foster define este “impulso archivístico” como un impulso directamente resultante de un actual fracaso de memoria cultural producido por nuestra sociedad de control. (Foster, 2004).

En el caso de la danza, este deseo de reconectar con la memoria cultural pudiera verse solucionado a través de grabaciones en soportes digitales, remontajes o reposiciones, sin embargo, no es tan sencillo.

En estos casos ocurre lo que Ramsay Burt describe cómo “el efecto de desplazamiento de la disciplina hacia el control, puede verse en acción en espectáculos de danza que utilizan material histórico”[7]

Este, aunque podría parecer un proceso teórico similar al de Foster, se puede diferenciar fundamentalmente en el planteamiento de Burt relacionado con este “efecto” como un “uso reactivo de la historia”. Aquí el teórico hace alusión a la repetición e imitación como forma primaria de acercamiento a ese archivo danzario, manera que es la más utilizada por ser quizás la más “lógica” que conciben los creadores a la hora de confeccionar el archivo danzado. No obstante, un camino hacia la verdadera re- creación de este archivo está ineludiblemente asociado a performatividades que expongan la memoria corporal más allá de la repetición de técnicas danzarias.

Haciendo una pesquisa de otros modos no reactivos de impulsar esbozos performativos con respecto a la conformación de un archivo, Burt encuentra sus postulados en algunas recreaciones de danzas a principios del 2000, cuando un planteamiento activo (más que reactivo) y generador (más que imitativo) en relación con el material histórico llevó a las recreaciones de estos archivos danzados a resistir las estructuras disciplinarias y controladoras de regímenes represivos y representacionales.

Los bailarines y coreógrafos vuelven cada vez más sobre su propio rastro y el de la historia de la danza con el fin de encontrar el “objeto de su búsqueda”. En Estados Unidos y Europa han estado activamente implicados en los últimos años en hacer recreaciones [re-enactments] de obras, a veces conocidas, a veces incógnitas, de la danza del siglo XX.

Desde esta otra parte del mundo (no occidental), estos estudios también han llegado a constituir verdaderas fuentes de conocimiento y re-creación de las danzas que posibilitan su preservación y salvaguarda.

Lin Durán, Hilda Islas, Javier Contreras y otros investigadores en México y otras partes de Latinoamérica han creado repositorios de la danza, a partir de la reconstrucción de archivos corporales tanto en las vertientes folclóricas como en las aristas más contemporáneas.

[1] Alain Badiou. Teoría del sujeto. (1982)

[2] Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual. Madrid: Opera Prima. (2002)

[3] Beatriz Preciado. Manifiesto contrasexual. Madrid: Opera Prima. (2002)

[4] André Lepecki. El cuerpo como archivo, el deseo de recreación y las supervivencias de las danzas. Pág. 15 (2012)

[5] ídem

[6] R.P Roses. Los archivos del cuerpo. Río de Janeiro: PUEGUNAM. (2008)

[7] Ramsay Burt. Memory, Repetition and Critical Intervention: The Politics of Historical Reference in Recent European Dance Performance. Londres: Routledge. (2003)

En portada: Compañía Acosta Danza. Foto Buby Bode.

 

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